Cada 14 de febrero, el mundo celebra San Valentín, una fecha que, aunque de origen religioso, ha sido transformada en un evento comercial donde el amor se mide en regalos. Sin embargo, la historia de San Valentín y otros santos que dieron su vida por la verdad del amor nos invita a mirar más allá de la superficialidad y redescubrir su verdadero significado.
San Valentín, sacerdote del siglo III, fue martirizado por casar en secreto a jóvenes en una época en que el emperador Claudio II prohibía los matrimonios entre soldados. También San Juan Bautista entregó su vida denunciando el adulterio de Herodes y defendiendo la sacralidad del matrimonio. Estos testigos de la fe nos recuerdan que el amor es un llamado divino que requiere fidelidad, compromiso y respeto mutuo.
Hoy, en nuestra sociedad, es urgente recuperar el verdadero sentido del amor. Este no es solo una emoción pasajera ni la búsqueda del placer, sino una decisión que implica entrega y sacrificio. La atracción entre el hombre y la mujer es más que un fenómeno biológico o psicológico: es una vocación a la complementariedad y la construcción de familias sólidas.
San Pablo nos da una definición del amor cristiano en 1 Corintios 13:4-7: “El amor es paciente, es bondadoso. No tiene envidia, no presume, no se engríe…”. Estas palabras nos invitan a examinar si nuestro amor es auténtico o si nos dejamos llevar por una visión egoísta.
El Papa Francisco ha insistido en que el matrimonio es una escuela de amor, donde la diferencia entre el hombre y la mujer no es una competencia, sino un enriquecimiento mutuo. En un mundo donde se promueve la lucha de sexos, es vital recordar que Dios nos creó diferentes para complementarnos, no para enfrentarnos.
Pero San Valentín no es solo un llamado al amor matrimonial, sino a vivir el amor en todas sus formas. Jesús nos enseñó: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15:13). Como cristianos, estamos llamados a amar a nuestra pareja, familia, amigos y a quienes sufren.
Para rescatar el espíritu de esta fecha, podemos practicar gestos sencillos pero significativos: dedicar tiempo de calidad a la pareja, escribir una carta sincera, orar juntos y reflexionar sobre el proyecto de vida compartido. También podemos extender el amor cristiano visitando enfermos, ayudando a quienes están solos o participando en la Eucaristía, fuente del amor más grande.
Que este día sea una oportunidad para volver a la esencia del amor cristiano: un amor que no busca su propio interés, sino el bien del otro; un amor que edifica, respeta y dignifica. Así daremos testimonio de que el amor verdadero sigue siendo posible, incluso en un mundo que ha perdido su significado.
El Padre Jose José Gregorio García Rubio es vicario de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Charlotte.