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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina
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d garciaEs especialmente en este tiempo en que los cristianos católicos, procedentes de México y pueblo circunvecinos, entran en contacto, en relación muy cercana y familiar con la ‘Morenita del Tepeyac’. La quieren honrar con los rosarios guadalupanos rezados en familia y en sus casas, las novenas preparatorias para la fiesta y en varios pueblos de la Diócesis la ‘Antorcha Guadalupana’. La comunidad prepara altares, se reúnen para orar y convivir como hermanos.

Es una bonita experiencia religiosa, matizada con elementos propios de la cultura heredada de los indígenas, a quien, uno de ellos en especial, San Juan Diego, se apareció la Madre del Cielo. Con cantos, bailes, música, adornos típicos, se trata de rendir el mejor homenaje a la Señora. Luego viene la gran fiesta, el 12 de diciembre, con la Eucaristía, procesiones, serenatas, mañanitas y muchas otras expresiones folclóricas.

Una de las cosas que más me llama la atención es que, a pesar de que muchos lo hacen de una manera muy externa solo por el momento, se siente muy cercana la presencia de la Virgen en medio de la comunidad. Una presencia comunicadora de una paz interior, de un aliento de esperanza y de una gran fortaleza en la fe. Se siente como si la Virgen caminara con los hermanos que la acogen. La llevan como peregrina, la pasean por los parqueaderos, la adornan en sus iglesias y en sus casas. Su presencia manifiesta un deseo ardiente estar con sus hijos para amarlos, cuidarlos, protegerlos y caminar con ellos hacia Jesús, el Señor.

Personalmente, siento un gran amor por esta advocación. Me gusta vivir con los hermanos todas sus expresiones de cariño, afecto, devoción y fe que le manifiestan a la Madre del Cielo. Me gusta conocer la historia y detalles de la aparición como los significados de todo lo que se muestra en el cuadro que quedó impreso en la tilma del humilde indígena. Cada detalle es significativo para alimentar y fortalecer la devoción a la Virgen. Siento que es una muy misteriosa y a la vez muy entendible la presencia de ella en medio de nosotros, venida del Padre a través de su Hijo y por acción del Espíritu Santo.

Cada vez que bautizo a una niña o niño, siempre les llevo ante la imagen de la Morenita, hago la presentación y consagración junto con su familia, pidiéndole a la Madre que les cuide, proteja y lleve de la mano por este mundo peregrino hacia el Reino Eterno.

Siento que la Señora pide mucho por nuestra conversión, volver a su Hijo, y no quedarnos en simples manifestaciones externas, de fecha, de lugar. Quiere que la veamos y sintamos como la Madre amorosa que es. Escucho a muchos hermanos que han sido visitados por ella expresar la alegría y el deseo de tenerla en su casa, sintiendo su compañía y rezando con ella en familia.

Mi esposa es también una fiel devota de María de Guadalupe, y durante mucho tiempo deseó ir a verla. Gracias a Dios, el sueño se le cumplió el año pasado y regresó feliz, más convencida de su devoción y con el compromiso de difundirla en la comunidad.

Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros.

El Diácono DarÍo GarcÍa es coordinador del Ministerio Hispano de la Vicaría de Hickory.