Estamos por comenzar este hermoso tiempo de Adviento y quiero compartir con ustedes la manera como yo lo vivo, esperando que a más de alguno le sirva para poder vivirlo mejor.
Generalmente me hago la propuesta de ver al Adviento como un tiempo de preparación. Ya desde la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, me propongo a ver cada día como un caminar en el cual pondré lo mejor de mí para llegar al momento hermoso de la Navidad.
Con la Solemnidad de Cristo Rey, le digo a Dios que lo acepto como el Rey de mi corazón y le pido que camine conmigo en estos días.
Ahora bien, Adviento, aunque es un tiempo de preparación, no tiene el énfasis en la penitencia, sino mas bien en la contemplación. Para esto me ayuda mucho pensar en la Virgen en sus últimos días de embarazo.
La contemplación fluye inmediatamente en el tema de lo que María Santísima contemplaría en su corazón al saber que su Hijo estaba por nacer, y que era el Salvador del mundo. Ya con ese tema, podríamos pasar toda la primera semana, pensando en la gran humildad de María al meditar y saber que de ella nacería el Mesías.
Después viene la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. Es una fiesta preciosísima, pero que por desgracia muchos no la viven. La ven más como fecha obligatoria y no debería ser así.
La contemplación de la Virgen como la Inmaculada Madre de Dios nos da la oportunidad de ver la grandeza de la Virgen, y como le debemos debido respeto al ser la elegida del Señor. Y más que eso, nos invita a reconocer su grandeza, al haber aceptado el plan de redención marcado por los siglos y regocijarse en el Señor al decirle: ‘He aquí la esclava del Señor’.
Asimismo, nos invita a contemplar nuestro propio estado del alma. Pues si la Virgen Purísima fue preservada del pecado para poder recibir al Mesías Salvador, con cuanta mayor razón nosotros debemos abstenernos del pecado y planear una buena confesión para estar preparados a recibir a Cristo Salvador.
Adviento es también un hermoso tiempo de caridad. Empezamos a ver a quien podemos prepararle un regalo. Generalmente pensamos en los más cercanos, amigos y familiares, pero a mí me gusta pensar también en los que no tienen, esas personas que van por el mundo pidiendo posada y nadie les abre. Es allí donde todos podemos colaborar para que haya algo bello para ellos.
Si durante el Adviento nos encanta decorar nuestras casas con miles de luces y ornamentos, es bueno pensar que nuestra luz brille más que nunca. Me refiero a nuestra alma, que la llenemos de grandes virtudes y la adornemos con acciones de caridad y de amor hacia otras personas.
Tenemos otra fiesta popular en Adviento, la fiesta de María Santísima de Guadalupe, a cuya advocación mucha gente venera. Tenemos que pensar cual fue el significado de este evento y que no sea solo un momento para ir a ver las danzas y comer bien. El significado de Guadalupe es profundo, no tan solo para el mexicano sino para toda América, pues lo que conmemoramos es el mensaje de Santa María de Guadalupe diciéndonos que el verdadero Dios, por quien se vive, ha llegado a este continente y debemos recibirlo con gran alegría, honrarlo y venerarlo como el verdadero rey del cielo. En este país en donde estamos actualmente, es bueno pensar que la fe de María de Guadalupe es nuestra fe y que tenemos que ser portadores de su mensaje en este momento de la historia.
La novena de Navidad o las posadas, como mucha gente la conoce, es un momento muy hermoso de oración y hermandad. Yo espero que este año nos preguntemos qué podemos hacer de nuevo por la humanidad. Se me ocurre que todos los que podamos invitemos a alguien a casa a hacer oración y después a compartir con ellos. Pero tiene que ser algo que haga la diferencia, por lo tanto, podemos pensar en aquellos menos afortunados que nosotros. Tal vez a alguien que se ha alejado de la fe, tal vez a un hermano protestante.
Hay muchas cosas que podrían hacerse en esta contemplación de cómo le gustaría a nuestro buen Dios ver a nuestro mundo en este fin de año y, viendo con los ojos de Dios, cambiarlo.
Que la preparación a la Navidad sea un momento de mucha paz para todos ustedes y que el espíritu navideño vaya naciendo poco a poco en esta hermosa preparación.
El Padre Julio DomÍnguez es vicario apostólico del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.