Recuerdo que cuando estaba en la escuela secundaria, estuve viviendo con mi abuelita Matilde por 4 años. El domingo por la noche era un tiempo sagrado en el que me llevaba siempre a la iglesia. Durante esos años, fue mi abuelita, a quien veía rezar todas las noches antes de acostarse y quién tuvo un gran impacto en mi vida, quien plantó la semilla de la fe en mi corazón.
En su exhortación apostólica Amoris Laetitia, el Papa Francisco nos recuerda la importancia de los abuelos en la vida familiar y cómo su papel puede ser fundamental en la transmisión de la fe católica a las generaciones futuras.
El Santo Padre nos invita a reflexionar sobre la importancia de esta conexión intergeneracional y su impacto en el crecimiento espiritual de nuestras familias.
El Papa Francisco señala que, “Muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos, y muchas personas pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana” (AL192). Esa fue mi experiencia no solo con mis abuelitas sino también con los abuelos de mis hijos.
Mi esposa Becky y yo tuvimos la bendición de tener a mis suegros Paul y Barbara a tan solo 10 minutos de casa. Ellos fueron de gran ayuda para nosotros, apoyándonos en las actividades de nuestros siete hijos.
Cuando están envueltos en la vida de sus nietos, los abuelos pueden ser el tesoro de la familia, y su experiencia, sabiduría y amor incondicional ser un legado invaluable que nutre y fortalece la vida familiar.
A través de sus palabras, oraciones y acciones, los abuelos pueden ser faros de luz espiritual, guiando a sus nietos hacia una relación más profunda con Dios y enseñándoles el valor de la oración, la misericordia, el perdón y el amor cristiano.
El Papa escribió también “Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir”.
Recientemente, mi papá estuvo muy enfermo con tres derrames y tuvo que estar dos veces en un centro de rehabilitación. Fue difícil para él sentirse solo y lejos de la familia. En ese lugar, su salud mental empeoró y comenzó a deprimirse. Finalmente, decidimos con mis hermanos llevarlo a casa y turnarnos para que no se sienta solo. No había una solución perfecta para él, pero el estar en casa le daba más tranquilidad y paz. Tristemente pude observar cuánta gente anciana vive en abandono y soledad en los lugares de rehabilitación para ancianos.
Los abuelos también pueden ser pilares fundamentales en la formación de una comunidad de fe sólida, alentando la transmisión de las tradiciones e historias familiares. Al respecto, el Papa
Francisco afirma: “Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país”, (AL 193).
Yo no pude compartir mucho con mis abuelos ya que fallecieron cuando yo era muy chico, pero llevo en mi corazón el recuerdo de muchas historias que me contaban mis abuelitas.
El amor, sabiduría y testimonio de los abuelos son un regalo invaluable que puede fortalecer los lazos familiares y nutrir la espiritualidad de las generaciones futuras. Debemos cuidar de no dejarlos solos y aislados de nuestras familias con lo que el Papa llama una “cultura del descarte”.
Aprovechemos el tesoro de nuestros abuelos para construir familias y comunidades católicas sólidas, donde se respete a los mayores y la fe sea vivida y transmitida con alegría y amor.
Silvio Cuéllar es escritor, compositor de música litúrgica y periodista. Fue editor del periódico El Católico de Rhode Island en la Diócesis de Providence.