La Cuaresma es un momento de reflexión que llama a convertirnos y volver a Dios; es un tiempo apropiado para purificarnos de las faltas; es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (Juan 14,23), y esta conversión se logra mediante una buena confesión de los pecados.
El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (Mateo 6, 1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión.
Para llegar preparados y limpios interiormente a la Semana Santa, te proponemos las siguientes prácticas:
- Ayuno: No solo de comida y bebida, sino también de nuestro egoísmo, vanidad, orgullo, odio, pereza, murmuraciones, malos deseos, venganza, impureza, ira, envidia, rencor, injusticia, insensibilidad ante las miserias y necesidades del prójimo.
- Limosna: No solo material, sino prestar ayuda a quien la necesita, enseñar al que no sabe, dar un buen consejo a quien lo pide, compartir alegrías, repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido.
- Oración: Sin oración, tanto el ayuno como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración, Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más generoso.
La práctica Cuaresmal inicia el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo con el inicio del Triduo Pascual (Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección).
Aunque no son 40 días exactos, en la biblia el número cuatro simboliza el universo material. Seguido de ceros significa el tiempo de la vida de la tierra, con sus pruebas y dificultades. Por ejemplo: 40 días de diluvio, 40 días de Jesús en el desierto, 40 años de la marcha del pueblo judío por el desierto, 40 años de Moisés y Elías en la montaña y 400 años que duró el pueblo judío en Egipto.
El color litúrgico en este tiempo es morado, color que significa penitencia.
La oración, indispensable para nuestro encuentro con Dios; la penitencia, que se realiza cotidianamente y sin necesidad de grandes sacrificios; la caridad; el ayuno, en que se ingiere una sola comida fuerte en el día, y la abstinencia, que consiste en no comer carne que es necesaria para llegar a la Pascua santificados, son las prácticas que debemos practicar durante la Cuaresma
Si tenemos la gracia de seguir felices en la casa paterna como hijos y amigos de Dios, la Cuaresma será entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados. Te invitamos a hacer conciencia en la sociedad, acompañado de un propósito para responder a estas necesidades a través de obras de misericordia y oraciones.
Que nuestro inicio de Cuaresma no solo sea un darnos cuenta de que comenzamos un nuevo tiempo litúrgico, sino que con perseverancia y mucho amor caminemos aferrados de la mano del Salvador y nos preparemos para celebrar la gran Pascua del Señor.
El padre Julio DomÍnguez es vicario episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.