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121324 San LázaroCada 17 de diciembre es la fiesta de San Lázaro de Betania, amigo cercano de Jesús, hermano de Marta y María, a quien el Señor resucitó de entre los muertos. Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere decir: “Dios es mi auxilio”.

El Evangelio da muestras evidentes de cómo Jesús llenó de sentido aquel nombre. Lázaro de Betania recibió la gracia de ser el protagonista de uno de los milagros más impresionantes realizados por Jesucristo: que uno que se contaba entre los muertos vuelva a la vida. Por ese milagro, el que era amigo cercano de Jesús se convirtió en primicia de la propia resurrección de nuestro salvador, Jesucristo.

Lázaro era el jefe de un hogar donde Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de Lázaro llegaba el Redentor como a la propia casa, y esto era muy importante para Cristo, porque él no tenía casa propia. Él no tenía ni siquiera una piedra para recostar la cabeza (Lucas 9:58). En casa de Lázaro había tres personas que amaban a Nuestro Salvador como un padre amabilísimo, como el mejor amigo del mundo. La casa de Betania es amable para todos los cristianos del universo porque nos recuerda el sitio donde Jesús encontraba descanso y cariño, después de las tensiones y oposiciones de su agitado apostolado.

De acuerdo al Evangelio de Juan (Juan 11:1-44), Lázaro había enfermado gravemente. Al ver que su vida corría peligro, sus hermanas, Marta y María, enviaron a alguien al lugar en el que se encontraba Jesús con el siguiente mensaje: “Señor, el que tú amas, está enfermo”.

Llama la atención que Jesús no haya acudido de inmediato al encuentro del amigo. Por el contrario, permanece donde estaba hasta que súbitamente decide regresar a Judea. De pronto, dice a sus discípulos: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero voy a despertarlo”, con esto el Señor hacía referencia a la muerte de Lázaro y no a que estuviese durmiendo, como pensaron los discípulos-.

Recién, cuatro días después, el Señor Jesús llega a Betania. Allí encontró a Marta y a María y, viendo su dolor por la muerte de su hermano, se compadeció y lloró. Al ver esto, los judíos que estaban allí presentes exclamaron: “¡Cómo lo amaba!”.

Pocos pasajes de la Escritura registran, con tanta elocuencia, los sentimientos del Señor. ¡Cuán grande era el amor de Jesús por su amigo! ¡Cuán dolorosa es la muerte incluso para el Dios hecho Hombre! Y, al mismo tiempo, ¡qué grande es el poder de Dios!

Jesús, llegado al lugar del sepulcro, gritó: “¡Lázaro, ven afuera! Y el muerto salió, ligados los brazos y las piernas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo, y dejadlo ir” (Juan 11:43-44).

San Lázaro es el que recibe de Dios una “nueva vida”. Él es prefigura de cuánto ama Dios a sus hijos, de cuánto el Hijo es capaz de amar a quienes lo aman.

La cercanía y amistad con Jesús “transformaron” la existencia de Lázaro completamente. Fue alzado sobre la muerte para que creamos en la gloria de Dios, para que confiemos en que ni la muerte ni el pecado tienen la palabra definitiva y para que nuestra esperanza sea inagotable. Su resurrección “adelanta” la resurrección de Cristo y, en consecuencia, también la nuestra.

— Condensado de ACI Prensa